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Lo que el FORCE FEST se llevó.

  • Publicación de la entrada:octubre 8, 2018
  • Categoría de la entrada:Rock

Adyerin Rueda.

El concierto es el acto en el que se unen artistas y seguidores, talento y emoción; la oportunidad de comprobar que aquellos que con melodías logran enchinar la piel, acompañar la tristeza o contagiar alegría, son de carne y hueso.  El festival es una fiesta en la que se conjuntan muchos conciertos para celebrar esa unión entre arte y pasión, músico y fanático. Para muchos es sólo un show, entretenimiento y oportunidad para gozar de sus bandas favoritas, para otros, además, es un lujo que cuesta muchas horas de trabajo y sacrificios que se espera con optimismo sea una inversión bien recompensada.

El Force Fest digamos que no fue la mejor inversión. Su cartel prometía grandes bandas en tierras teotihuacanas: Rob Zombie, Lamb of God y Testament, entre ellas, además de imponentes estelares como SOAD y la despedida de una leyenda del death metal, Slayer. Pero no era todo, el evento sería completamente seguro para chicos y grandes y, por si fuera poco podrías proteger tu efectivo y tarjetas porque todo el consumo dentro de la fortaleza sería cashless ofreciendo incluso precargas antes del evento: recoges tu pulsera y listo a metalear.

Con grandes expectativas muchos compramos nuestras entradas anticipadas pagando las cantidades que las (nada baratas) fases solicitaban para que súbitamente un mes antes del evento comenzaran a ofertar pases dos por uno (cuando en redes sociales hacían hincapié en que eso no sucedería). Desde ahí la cosa se ponía sospechosa. Llegado el día la situación en la entrada no mejoró mucho: las filas eran un caos y las revisiones injustas; mientras que a unos nos releían los boletos a otros ni los volteaban a ver lo que generó disgusto pues varios abusados se colaron a zona preferente e incluso entraron “gratis” al evento porque nadie les solicitaba el dichoso papel o cartón de acreditación.

Pero eso se olvida rápido cuando se pisa el pastito verde que sostiene los imponentes escenarios. Aunque la tormenta inició nada impidió que se cantara con P.O.D o Asesino pero la primera tragedia estaba a punto de suceder: se avisa al público que Lambo of God no se presentará, habían cancelado por problemas de contrato (al igual que Devildriver). Increíble que a un día de su presentación abandonarán la programación.

Para tranquilizar las aguas (las metafóricas) SOAD entregó a la fanaticada un show de primera para terminar el primer bloque del festival. “Todavía queda mañana, mañana será un gran día”, nos decíamos los acérrimos seguidores de Rob Zombie. Pero ¡oh sorpresa!, él también canceló a sólo unas horas de su espectáculo. Un peso pesado de cualquier festival y cartel, en unas cuantas líneas, en su perfil de Facebook lamentaba la situación. Minutos después Exodus y Testament también declaraban su ausencia. El teatrito se caía a pedazos, los horarios no tenían control y todo estaba retrasado.

Bueno, con esos espacios y la lluvia había oportunidad para comer pero el servicio cashless, desde el primer día, tuvo problemas: en ningún momento se pudo hacer recarga con tarjetas, a muchos no les respetaron su prepago, de pronto los stands de alimentos y foodtrucks no aceptaban la pulsera, todo se debía pagar en efectivo; así que además de decepcionado uno tenía que pasarla sediento y hambriento.

El malestar se percibía en el aire (además del aroma a establo). Por suerte unos miles pudieron sacar esa furia con Slayer aunque la banda también representó problemas al no permitir que Danzig tocara en su horario. ¡Vaya que en el metal también se cuecen habas!

Con problemas de logística y organización el Force Fest dejó mucho que desear y tristes recuerdos para quienes fuimos a quemarnos bajo el ardiente sol de medio día de Teotihuacán para después terminar empapados por la inclemente furia de Tláloc. Si bien el clima es un factor que nadie puede controlar, sí se podía, en cambio, proporcionar ayuda y seguridad a las decenas de autos que se estancaban en el pantano en que se convirtió el estacionamiento;  por suerte, los propios asistentes nos ayudamos entre nosotros para intentar agilizar la salida que de por sí tomó más de un par de horas.

Este festival se llevó el dinero y el ánimo de varios, las carteras y celulares de muchos (como ya es costumbre en cualquier concierto); la salud y piernas sanas de unos cuantos y dejó una amarga (y lodosa) experiencia a otros. Bastantes se quedan con la ilusión de que se les reembolsen los boletos. Yo me quedo (además de las ganas de ver a Rob Zombie) con las excelentes presentaciones de quienes sí participaron con entrega como los Stone Temple Pilots, Dark Funeral, Phil Anselmo, Alice in Chains, Pestilence, Carcass, Anthrax y por supuesto, SOAD y Slayer. También me quedo con la esperanza de que por estos tropiezos los próximos a realizar festivales no cometan los mismos errores y den a la comunidad la seguridad, calidad y formalidad que merece.

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