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Sabina, la migrante

  • Publicación de la entrada:octubre 10, 2019
  • Categoría de la entrada:Columnas / Nacionales

Por: Daniela S. Valencia, Socia-Directora de Comunicación
Abella & Valencia Consultoría Estratégica y Comunicación

Dos mudas y una mochila pequeña. Es lo que trajo Sabina cuando dejó Honduras, a su abuela, su única familia, y todo aquello que conocía. Tenía doce años cuando las Maras la obligaron a ser su halcón en San Pedro Sula, pero fue hasta los diecinueve que juntó la fuerza para jugarse la vida misma por el deseo de recuperar su paz y su libertad.

Salió cobijada por la penumbra de la madrugada y recorrió los casi setecientos kilómetros hasta Ciudad Hidalgo en la caja de un camión de carga, agradecida con ese chofer que le prometió esconderla hasta pasar la frontera con México y aferrándose a la esperanza de que, tal vez, la vida le permitiría volver a ver a su abuela, quien tenía 98 años cuando le dio ese beso de despedida y el mandato de que fuera feliz.

A Sabina las Maras la venían siguiendo, porque, como ella misma relata, “cuando los maras dicen ‘eres para mí’, es así”. La alcanzaron en un poblado de Chiapas, amagándola y aventándola en una cuneta. La muerte la rozó cuando se apareció un hombre que escuchó sus gritos y sus atacantes decidieron huir.

Sabina tiene otro nombre, pero su historia es tan real como la de muchas otras miles de personas que se ven forzadas a migrar, huyendo de la pobreza y la violencia. El triángulo norte de Centroamérica es en la actualidad una de las regiones más peligrosas del mundo. ¿Quién elige dónde nacer?

Lo cierto es que su arribo a nuestro país no suele encajar en una idílica tierra prometida y menos para ellas… Según cálculos de organizaciones civiles como Amnistía Internacional, seis de cada diez mujeres y niñas migrantes sufren violencia sexual en su tránsito por México, muchas de ellas son atrapadas por redes de trata que las obligan a prostituirse. La posibilidad de ser violada resulta tan tangible que inyectarse anticonceptivos antes de emprender la ruta es un acto recurrente.

Mujeres como Sabina son blancos perfectos para el crimen, los abusos y la desolación, porque sus historias se diluyen, quedan fuera del marco de discusión pública cuando el problema de la migración y el desplazamiento forzado se muestra masificado: en los medios vemos las imágenes de las caravanas migrantes —formadas precisamente para asegurarse sobrevivir el trayecto—toparse con los miles de efectivos de la Guardia Nacional que fueron desplegados como parte del viraje del gobierno federal ante las amenazas de Donald Trump por subir aranceles.

Le empatía y el sentido humanitario van perdiendo batalla ante la noción de amenaza, y la inoculación de miedo de los discursos xenófobos, cuyo objetivo es levantar muros primero en nuestras consciencias para legitimarlos en las fronteras.

Rechazamos lo que no entendemos, demonizamos a esos “otros” porque implica un esfuerzo mucho más económico que escudriñar en las historias detrás de cada uno de esos miles de rostros que forman esa “marabunta” que pisa nuestro suelo con la firmeza que da el saber que no se tiene ya nada que perder.

Una solución profunda a un problema tan complejo exige lo que es verdad de Perogrullo pero tan alejado hasta ahora en los hechos: una efectiva y sostenida estrategia de cooperación internacional entre las naciones de la región que ataque la raíz de la desigualdad económica que detona tanta violencia, con fuertes presupuestos y una perspectiva de protección a los Derechos Humanos.

Esta larga guerra que nos confronta como sociedad globalizada tiene su primera batalla en la arena de los relatos, esos que legitiman la acción política desde el poder formal pero que depende de la opinión pública. ¿Quién la va a ganar? Ahí la importancia de visibilizar a Sabina y su historia, a quien, como a muchas decenas de miles más la complejidad de un sistema tan desigual y tan violento ha condicionado su juventud y esperanza de un futuro. La discriminación e indiferencia busca mantener sus pasos en la sombra. ¿Le daremos luz?

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